domingo, abril 3

Tantas veces me pregunté cuál es el sentido de esta vida, de respirar y de sentir, de levantarme a cada mañana sin saber que sucederá allá afuera. Y aunque no tenga muchos años, ni experiencia, ni grandes conocimientos, he comprendido que las pequeñas cosas son las que hacen la diferencia.
Aprendí que la risa es el mejor amigo del hombre. Ríe hasta llorar. Ríe sin parar, como si el mundo se acabara después. Ríe y sonríe. ¡No prives al mundo de ver que tienes muchos motivos para sonreir!
Aprendí también, que  vivir es el regalo más maravilloso que pueda pedir una persona. Vive a cada instante intensamente. Vive como si fuera el último minuto que te quede, porque lo más mágico de la vida, es que puede terminar en cualquier momento y sin avisar.
Aprendí que el amor ilumina, aunque no esté presente. Ama hasta el alma, más allá del corazón. Ama profundamente, sin importarte que no te correspondan, porque el amor va más allá de las personas, el amor hace los recuerdos, los momentos.
Aprendí además, que la esperanza es lo último que se pierde. Nadie está vencido ni aún vencido. Hasta el último minuto tiene sesenta hermosos segundos que podemos aprovechar.
Y por último aprendí, que lo único que nos hace humanos es la paz. Paz que no necesariamente debe significar no luchar. Paz que nos haga ser más personas, más humildes y más buenos por dentro. Paz que nos reconforte el alma y que nos ayude a ayudar.
Y creo, muy firmemente, que si podemos combinar estas cosas tan sencillas, pero tan vitales, hemos aprendido el por qué y el para qué de este gran dilema: La Vida...

3 comentarios: