jueves, julio 7

Hoy me sucedió algo muy curioso. Estaba en el parque disfrutando del maravilloso día que hace hoy, cuando sin querer me di cuenta de lo hermoso que se veía todo. El sol calentaba sobre mi en una tarde perfecta de invierno. De esas donde no hay una gota de viento que arruine el momento. A donde te das cuenta de que el invierno no siempre es gris y aburrido. Y miré a mi alrededor. Y descubrí a un niño que miraba al resto con ilusión, con anhelo. En sus preciosos ojos color ambar, encontré esa chispa de inocencia que solo los niños tienen. Y casi sintiendome estúpida, vi como la luz del sol reflejaba una lágrima que rodaba en silencio por mi mejilla. Esa imagen que estaba frente a mis ojos, me hizo recordar lo valiosa que es la vida y lo poco que la disfrutamos. Pude comprender con tan pocas señales, que lo más importante está más allá de lo terrenal, de lo vano, que es lo que más nos preocupa y ocupa todos los días. Sentí en mi pecho el palpitar de un corazón que parecía dormido hasta hace unos segundos atras. Me levanté para ir cerca de los pequeños que jugaban y quedé aún más maravillada. Compartían entre cinco o seis una botella de agua y una bolsa con pochoclo. Sin importarles si conocían al de al lado, sin hacer diferencia si uno de ellos no era igual. No se fijaron en mi. Porque era más importante el momento de jugar. Ese instante a donde nadie tiene vergüenza de nada. A donde son todos son amigos. Y sonreí. Porque corrió por mis venas esa sensación nueva que solo los niños te dan. Me sentí tan reconfortada y libre. Y tan solo de ver que a ellos no les importa el qué dirán. Los problemas no van más allá de un tobogán. Todo resulta tan fácil a esa edad. ¡Qué envidia que les tuve! Por poder correr sin miedo a caerse, por subirse a las hamacas y sentirse invencibles por poder ir más alto que el de al lado. Qué buena tarde que pasé. Como pocas, realmente. Y no porque haya habido algo extraordinario. Sino todo lo contrario. Un solo niño hizo que volviera a mi, la libertad que tanto me hacía falta...


1 comentario:

  1. A veces me pasa lo mismo, cuando voy a gym que es en un parque super re contra re grande y respiro ese aire tan natural, tan fresco y veo el cielo celeste y tan lindo me siento bien, me siento libre y me pregunto ¿por qué no hago esto más seguido? me hace tan bien, ahi sí vale la pensa levantarse un sabado a las 10 de la mañana ajaja. Me encantó y me encantó lo que escribiste ♥

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