domingo, octubre 30

Estoy en esos momentos donde me atacan las ganas de escribir, tipo como un diario. Son casi las cinco de la mañana de un sábado, y no debería estar en la computadora, sino divirtiéndome con mis amigos por ahí. Pero es eso lo que siento. Que sobro, que ya no encajo. Los veo tan bien sin mi, tan solos y tan cómodos que hasta a veces pienso que estorbo. Pensaba cómo sería la vida si no existiera, y me parece que no cambiaría mucho. No es que me sienta el ombligo del mundo ni nada por el estilo, pero simplemente quería creer que podía ser importante para alguien, al menos. Veo que no es tan así. La vida sigue sin importar si estoy o no, y ellos de la mano. Se ríen, salen y se divierten como si no pasara nada, cuando a mi me pasa todo. Sufro como estúpida en silencio de no saber por qué no puedo integrarme, de fingir que está siempre todo bien y nunca reventar más que sola, como ahora. Se me caen las lágrimas de pensar que no le importo a nadie. De pensar que los que creía mis amigos, son solo algunas personas más con las que comparto los días, pero que no tienen significado alguno para ellos. Los momentos para mi, sí valían la pena. Siempre di todo, nunca me guardé ni un abrazo, ni un gesto de cariño. ¿Y qué recibí a cambio? Nada. Una nada enorme, vacía, dolorosa. Tanto que no soporto la opresión en el pecho. Las personas cambian, y de qué manera. Los amigos desaparecen y se vuelven amores, y luego de que se divirtieron un rato, te vuelven a tratar como amigos, como si se pudiera retroceder el tiempo y olvidar lo que pasó. Eso me mortifica un poco. Y me enoja. No soy de plástico como para hacer de cuenta que no pasó nada, cagarme en la amistad que teníamos y hoy fingir que casi ni nos conocemos. Me usó. Y eso es lo que más me molesta. No haber significado nada, ni como amiga, ni como amor, ni como nada. Otra nada enorme. Y se suman, se amontonan. Tantas nadas que ya se vuelven todo. Ocupan todo el espacio en mi mente y en mi alma. Siento el corazón que me palpita hasta la cabeza, sin dejarme oir lo que pienso. Necesito pensar y enfocarme en mi, en mi futuro, en lo que tengo que hacer. Pero no puedo. Se me hace dificilísimo, imposible diría yo, poder concentrar mis pensamientos en otra cosa que no sea esto. Mi soledad, mi abandono, mi nada. Esa falta de una palabra de aliento cuando me siento mal, cuando necesito un hombro en donde acomodar mis penas. No hay nadie. Y cuando sentía que se llenaba ese hueco, cuando aparecía ese alguien que estaba ahí para mi, todo se derrumba de nuevo. Abro los ojos y realmente veo que nunca fue tan así. Nunca estuvo como siempre dijo, como siempre sentí que era. Estaba por diversión, por simple curiosidad, capaz. Quería experimentar, estaba confundido. Confundió amistad y comprensión con amor y pasión. No estaba seguro de si me quería o no, pero ¿qué tenía que perder con solo experimentar? Nada. Nada de nada perdía. Porque si no funcionaba como quería conmigo, estaba ella ahí esperando paciente a ocupar de nuevo su lugar. Y así fue. ¡Cómo no me avivé antes! Si ya lo veía venir. Era demasiado bueno para ser cierto y cuánto que duele la desilusión. Esta decepción enorme. Y se me caen las lágrimas más aún. No puedo contener más todo esto adentro, tengo que soltarlo y dejarlo ir. Pero qué difícil dejar ir a alguien que te hizo tan feliz, pero tan mierda a la vez. Quien marcó algo importante, aunque le haya valido un cuerno el tiempo juntos. Alguien que dejó una huella, como amigo y como amor, y que jamás quiso nada en serio, nunca me valoró. Solamente quiero esperar a que el olvido pueda curar este dolor enorme que siento. Que las heridas mañana sean tan solo cicatrices que me enseñen a no creer tan fácilmente. Y que el tiempo pase rápido, muy rápido. Para poder irme lejos de todo y de todos y empezar de cero en otro lugar, a donde quizás ecuentre mi todo que rellene esta nada que me está asfixiando.

{Tenía que soltarlo, de alguna forma}

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