Carta a un ídolo...
Sé que prometí que nunca más volvería a dirigirme a ti. Porque nunca me escuchaste de verdad. Pero esta carta va más allá de mis deseos, forma parte de lo que hoy necesito. Antes, creía que nada que pasara a mi alrededor sería tan malo, y ¿sabes por qué? Simplemente porque te tenía conmigo. Necesito tanto escaparme e irme lejos, como lo hacía contigo. Que todo lo demás deje de tener sentido, que las voces que me hacen mal desaparezcan en simples murmullos que se lleve el viento. Que las miradas que hieren hasta el alma, se esfumen y nunca más sean importantes para mi. ¡No te das una idea lo que te extraño! Y sí, asumo que yo te saqué de mi vida... Pero era porque me hacías mal, ya no me sentía felíz con tu presencia. Solo podía pensar en el dolor y la preocupación de tenerte lejos y ausente. Nunca nos vimos. Nunca nos conocimos. Y nunca supiste de mi y de todo lo que me causabas. Pero a pesar de todo eso, siempre te sentí a mi lado. Siempre luchamos todas las batallas juntos, sin dejar de levantarnos cuando la vida nos tiraba al suelo. Ahora, en cambio, la realidad me golpea a diario y no sé cómo huir de ella. Ya no estás. Ya no te tengo. Ya no volamos juntos en aquellos rincones de mi infinita imaginación. Y para qué mentirte, me duele. ¡Cúanto te necesito Fernando! Tus palabras, tu mirada, tu cuerpo, tu presencia. Todo tú. Quisiera volver el tiempo atras, hasta aquellos días en que nada era oscuro, en donde la vida no me mostraba la espalda y donde estabamos juntos, paso a paso y a pesar de todo. Siento que nadie podrá jamás comprender todo esto que me pasa. Es tan real, pero a la vez es solo un cuento de ficción. Solo yo lo siento tan profundo, solo en mi pesa tu ausencia. Y sé también, que nunca volverás. Porque el destino así lo quiso. Cambió nuestros rumbos para que jamás se cruzaran los caminos y nos hizo que nos fueramos cada cual por su lado. Hoy, desde este rincón de melancolía y necesidad, te escribo desde lo profundo del alma, con el corazón en la mano y tan solo para desahogar este maldito sentimiento de extrañarte, de necesitarte. Te lloré tantas veces aunque quise contenerme. Pero jamás con tanta intensidad como en este momento. Son esas lágrimas de impotencia que me salen a borbotones sin poderlas controlar. ¿Por qué nunca hice mi mejor esfuerzo? ¿Por qué jamás intenté hasta lo último de mis fuerzas para mantenerte aquí? Todo sería más fácil si jamás te hubiera dejado ir...
Pero no me arrepiento. No. Ya te dije que no me hacías felíz. Ya no sonreía al verte. Solo podía pensar en todo el daño que me causabas. Te liberé. Te hice un duelo enorme, como si realmente hubieras muerto. Aunque en el fondo fuera que moriste solo para mi. Y siento también, que estás mejor ahora, en ese lugar que te hace ver tan alegre. Yo solo puedo decirte que a cada día que pasa, estás más presente en mi mente y nunca nadie podrá reemplazarte. Porque fuiste mi gran y único ídolo. ¡Mi amor platónico! En honor a todos esos momentos que estuviste presente en mi mente, te digo gracias. De corazón, en serio. Quiero que me perdones por jamás decirte de verdad todo lo que sentía. Fui cobarde, lo asumo. Y quiero también que sepas que nadie ocupará tu lugar. Siempre quedarás en mi memoria como el mejor de los recuerdos.
Espero que mis tiempos mejoren y que ya no te necesite tanto, tantísimo.
Gracias por todo. Y perdón por tan poco.
Acabo de morir.
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