¡Arde Troya!
Muchas veces no nos percatamos en realidad, cuáles son las cosas que hacemos y sin saberlo afectan a los demás.
Últimamente, con lo sucedido días atras en Japón, con esa desgracia tan grande que afectó a miles de personas, todo el mundo ha puesto el grito en el cielo sobre qué le estamos haciendo al planeta. Pero en realidad, y en contra de lo que digan muchos, nadie tiene la culpa. La Tierra se mueve desde hace miles, millones de años, mucho antes de que nosotros existieramos sobre la faz del planeta. Y es ahora donde nos damos cuenta de lo vulnerables que somos, de lo pequeños en tal inmensidad. Nada pudimos hacer para prevenirlo, como tampoco podemos hacer nada para remediarlo. Y ahí es a donde nos enferman la cabeza. A donde interviene lo que a mi me gusta llamar el falso periodismo. Los desinformados (o mal informados) que lo único que hacen es sembrar el pánico entre la gente, llenar los ojos de imágenes burdas y escalofriantes que simulan más a ser trailers de películas de ciencia ficción. Todos aquellos que buscan unicamente el impacto, pero un impacto que al final, es negativo, que nos hace entrar en el juego del miedo. Y no digo que esté mal sentir dolor o pena o quizás hasta lástima por el pueblo japonés. Porque al fin y al cabo, somos todos seres humanos que no merecemos estar en el momento ni el lugar equivocados, como les ha tocado a ellos. Solo desde nuestro rincón podemos rezar porque no vuelva a pasar algo similar, porque solo alguien supremo podría evitarlo. Y sobre todas las cosas, no permitamos que arda Troya, que nos vendan gato por liebre y sobre todo, que no nos quiten el derecho de cambiar de canal y ver una película o alguna serie, que probablemente nos va a traumatizar menos que toda esa basura televisiva que nos bombardean a diario.
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