martes, mayo 1

¿Cuántas veces nos hemos preguntado por qué sucede lo que sucede? ¿Por qué conocemos a esas personas que nos cambian por completo? El destino, tan incierto, pone en nuestras vidas obstáculos, pruebas que superar. Y entre ellas, está esa gente que comienza siendo tan buena. Que nos alimenta el alma, que nos hace reir y soñar, que parece hecha a la medida de nuestros sentidos. Esas personas especiales que sin buscarlo, se convierten de a poco en nuestro mundo entero. Todo lo que pueda decir, todo lo que pueda hacer, quedará corto para describir esas cosquillas en la panza, ese vértigo de saber que ahí están para mi. O mejor dicho, estaban. Porque debajo de la piel de cordero que los cubría, había algo más alla. Qué triste y doloroso descubrir esa cruel verdad. No era más que una ilusión vaga y sin sentido, sin fundamentos. Mentiras y engaños. Bien hechos, si así debo decirlo. Gente tóxica. Que envenena de a poquito los días, haciéndolos parecer soleados cuando en el fondo son grises y lúgubres. Gente que contagia de una risa falsa, fabricada como de cartón.
Qué gracioso es, ¿no? Quién te robo las mejores sonrisas, es quién más lágrimas te causa. A veces creo que a quiénes más necesitamos es a quiénes más odiamos. En el fondo. Porque como dicen, del amor al odio hay un solo paso. Ese amor tan puro, se convierte en el más negro odio. Qué mal está odiar. Pero también qué malo es no saber amar. Ese amor insano, loco y ciego que no deja ver más allá de la punta de la nariz. Termina acabando con el otro. Y uno, nuevamente, se vuelve tóxico. Qué pena no saber diferenciar a primera vista a la gente tóxica. Sería todo mucho, cuánto más fácil. Cerraríamos la puerta del corazón y ahí quedaría a salvo nuestra alma. Afuera lo tóxico y punto final. Suena fácil decirlo pero puedo asegurar por experiencia propia, que llevarlo a la realidad cuesta y mucho. Muchísimo. Desprenderse es difícil en sí. De lo malo y de lo bueno. Ambas caras de la Luna: la oscura que no queremos ver, por un lado y la clara que nos trajo tantísimo gozo, por el otro. Elegir desprenderse de una de ellas es muy duro, pero así debe ser. Poner tierra de por medio a veces también es el camino de salida. La distancia y el tiempo no hacen que cambien las cosas pero sí dan consuelo y cierran las heridas del pasado. Liberar todo lo tóxico que nos hizo mal. Todo aquello que nos hizo llorar, a baldes, a mares. Nadie merece la pena de sufrir por algo que no debe ser así. Por eso, hoy digo basta. Basta a todo y a todos los que hacen de mi vida un lugar tóxico. A toda esa gente tóxica que disfruta verme sufrir. Y sin rencores, de ningún tipo, deseo de corazón que algún día puedan ser mejores personas. Darse cuenta de que asumir los errores, no está mal y que cada tanto reflexionar y analizar que no todo lo que hacemos está bien, es sano para el espíritu. Y también espero desde el fondo de mi ser, que puedan encontrar la felicidad. Porque aunque su toxicidad dañara mi cuerpo, fueron importantes para mi crecimiento. Aprendí a caer, a levantarme y a volver a empezar, desde un lugar mejor, desde el que merezco. Así que gracias. Gracias a todos ustedes, gente tóxica, porque sin haberlos conocido, no sabría lo bien que se siente deshacerse del dolor. Para siempre.



{.NO se puede vivir con tanto veneno.}

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